viernes, 24 de julio de 2015

Roma

Casa de Gino Coppedè, plaza Mincio, fuente de las ranas, inspirada en las de las Tortugas de Bernini.


      Cuando tenía nueve años de edad me fui a estudiar a Granada con mis hermanos, allí una de las cosas que aprendí fue a cantar y bailar “La Reja”, el estribillo me resuena aún en mis oídos:
“Dale que dale que dale, toma que toma que toma, que tengo una novia que vale, más que LAS FUENTES DE ROMA”.
     Nunca entendí porqué en Granada, ciudad con tanta agua cantarina, bailarina y fresca, envidiaba a las fuentes de Roma desde siempre, pues el folclore es el habla de un pueblo, comprende sus mitos y sus leyendas.
        Este verano al conocer la ciudad con casi 40ºC de temperatura, con esta ola de calor que invade el sur de Europa, me vino a la mente la respuesta. La ciudad a la que conducen todos los caminos encierra un tesoro envidiado desde siempre por todas las ciudades del planeta, las esculturas en mármol de grandes artistas e ingenieros no son más que un lujoso marco, un barroco canto a su verdadera esencia.
        Grandiosas o humildes, sus fuentes nos ofrecen a nuestro paso el agua fresca de su suelo, la que emana sin cesar reciclándose, purificándose, el elixir de la vida.
      Toda la ciudad es un monumento al agua y cada fuente un poema que nos refresca el cuerpo y el espíritu.
 María Teresa Cobos Urbano. Foto de KHacini. Derechos reservados. 24/07/2015.