Manifestación familiar
Desde hace un tiempo y, como en el
cementerio de este pueblo donde ahora vivo, no tengo difuntos propios,
traigo un ramo de flores y lo coloco en la tumba de Isidoro; un
solitario del pueblo sin familia y por dicha razón, nadie que engalane
su sepultura. Solidariamente, decidí hacerme cargo de este muerto,
llegando a sentirme muy ligada a él, hablando de mis cosas ante su
sepulcro y rezando por su alma.
Hasta que un día oí un sonido que venía de un panteón cercano al de Isidoro; era una voz que me llamaba, trémula y mortecina. Tuve un sobresalto pero, sintiéndome más curiosa que menguada, me acerqué despacio.
En la lápida, muy deteriorada, ponía un nombre imposible de leer de puro vieja; era de un mármol ceniciento, con un ser alado en la cabecera medio desconchado. Al instante la voz me aseguró que los muertos nunca hablan sino escuchan, pero que hay casos que se salen de madre, luego, dando un suspiro, me preguntó porqué ponía flores a un extraño y no a él, mi ilustre antepasado, y lo que era aún peor, ¡contarle intimidades de familia!
Desde entonces mis flores, pláticas y rezos, son para el hermano del tatarabuelo de mi bisabuelo, don Heliodoro de la Torre Mendizábal, que así se llama. Es indudable, el mundo es un pañuelo y es facilísimo encontrarse con cualquier pariente en los sitios más insospechados.
Hasta que un día oí un sonido que venía de un panteón cercano al de Isidoro; era una voz que me llamaba, trémula y mortecina. Tuve un sobresalto pero, sintiéndome más curiosa que menguada, me acerqué despacio.
En la lápida, muy deteriorada, ponía un nombre imposible de leer de puro vieja; era de un mármol ceniciento, con un ser alado en la cabecera medio desconchado. Al instante la voz me aseguró que los muertos nunca hablan sino escuchan, pero que hay casos que se salen de madre, luego, dando un suspiro, me preguntó porqué ponía flores a un extraño y no a él, mi ilustre antepasado, y lo que era aún peor, ¡contarle intimidades de familia!
Desde entonces mis flores, pláticas y rezos, son para el hermano del tatarabuelo de mi bisabuelo, don Heliodoro de la Torre Mendizábal, que así se llama. Es indudable, el mundo es un pañuelo y es facilísimo encontrarse con cualquier pariente en los sitios más insospechados.
Mini cuento de Espuma: Dedicado a mi apreciada Techy. Día de difuntos.
1 comentario:
Genial, Espuma y su buen humor hasta para el "susto"je je.
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