¡Mindángalo!
Era la palabra que se
pronunciaba en San Antón, en mi pueblo de Nerja, hace mucho tiempo,
cuando se celebraba el día del santo con una hoguera que se hacía
en la plazoleta, en la esquina del barrio, al pintar la espalda del
amigo incauto. ¡Mindángalo! Y hacíamos una cruz de tizne.
Todos los chiquillos
íbamos con el jersey al revés, para que no nos regañaran demasiado
en casa, al llegar sucios.
Nunca supe qué
significaba esa palabra que nos incitaba a tiznar a los
desprevenidos, sonaba como un grito de guerra al lanzarte contra el
enemigo, alegre, a risas infantiles y a calor de hoguera en la fría
noche del 17 de enero.
Palabra olvidada, como
tantas otras, locales, temporales.
Ahora, alguien la saca de
no sé qué baúl anclado en otra orilla y me transporta como un
agujero de gusano a mi más tierna infancia.
No sé de donde proviene,
ni quién la trajo. Tampoco sé porqué permaneció oculta en mi
memoria tanto tiempo. Pero ahora revivida, rememorada, prometo
lanzarla al viento en cada hoguera que tropiece en mi camino. Y
cuídese aquel que la escuche, más vale que se vuelva el sueter del
revés, porque va a llegar con una cruz tiznada en su espalda.
Mª Teresa Cobos Urbano.
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