Un pueblo junto al mar,
Blanco y azul,
Se construyó dentro de mi.
En mí creció
Calle por calle -
Pequeñas plazas que recordaba y luego olvidaba,
Anillado por plátanos de sombra polvorientos,
Y casas de cal blanqueadas.
Los canarios cantaban en las ventanas abiertas ahí,
al lado de los arcos moriscos,
fuera un blanco cegador por el sol de mediodía,
dentro, sombras azules.
Estructuras frágiles todas,
Como los sueños.
A pesar de los constantes cambios
y traslados,
Siempre lo encontraría,
La explanada tenia una linea de palmeras,
desde dónde ver los barcos blanqueados por el sol,
el mar azul, el horizonte blanco,
los delfines de camino a África.
Volaría hacia abajo a través de aguas cristalinas, profundas.
Siempre resurgiendo por mi propio cuerpo,
Para romper la superficie con un suspiro.
Hasta que un muro de agua se levanta en el horizonte
alto, como imagino que son las colinas en Marte,
Dejando basura oxidada descubierta con ese primer retroceso.
Y recuerdo haber pensado
"No voy a sobrevivir a esto."
Olas persistentes
aún se rompen en la orilla,
Rodando trozos de azulejos a través de las piedrecitas,
Alisando piececitas de vidrio irregular
hasta que se vuelve azul pálido,
Suave, opaco, esmerilado.
¿Esa ciudad?
Desapareció para siempre.
Sin reconstrucción.
Nada se levantó del mar.
Ninguna nueva ciudad la reemplazó.