miércoles, 30 de enero de 2013
sábado, 26 de enero de 2013
Lo que esconde la Belleza
Le llamó la atención su porte, su esbelta silueta, la elegancia de sus suaves movimientos.
Nunca antes había visto nada igual.
No es de por aquí, pensó, será de un país lejano, de otro continente.
Tan agradable y armoniosa era su presencia que casi permanecía invisible a sus ojos.
Fue en el invierno, ya empezado, cuando le llamó la atención. Lo observó desnudándose ante su mirada, cada vez más bello, recubierto sólo por sus blanquecinos frutos.
Preguntó a la gente del lugar el nombre de aquella maravilla.
Nadie sabía más que su belleza, no conocían su nombre, tampoco sabían cuánto tiempo llevaba allí, ni quién decidió plantarlo, ni porqué, si era un elegante regalo a una amada, o a una temida esposa.
Conocían, eso si, que en primavera sus ramas florecían de azul y que en el calor del estío su espeso follaje proporcionaba exquisita sombra.
Tampoco sabían que su fruto extraño, ramilletes de bayas blancas, que reverberaban al sol de la fría estación,
eran puro ¡Veneno!.
Nunca antes había visto nada igual.
No es de por aquí, pensó, será de un país lejano, de otro continente.
Tan agradable y armoniosa era su presencia que casi permanecía invisible a sus ojos.
Fue en el invierno, ya empezado, cuando le llamó la atención. Lo observó desnudándose ante su mirada, cada vez más bello, recubierto sólo por sus blanquecinos frutos.
Preguntó a la gente del lugar el nombre de aquella maravilla.
Nadie sabía más que su belleza, no conocían su nombre, tampoco sabían cuánto tiempo llevaba allí, ni quién decidió plantarlo, ni porqué, si era un elegante regalo a una amada, o a una temida esposa.
Conocían, eso si, que en primavera sus ramas florecían de azul y que en el calor del estío su espeso follaje proporcionaba exquisita sombra.
Tampoco sabían que su fruto extraño, ramilletes de bayas blancas, que reverberaban al sol de la fría estación,
eran puro ¡Veneno!.
sábado, 5 de enero de 2013
El patio de Maenia.
-Uno, dos, tres...
Una voz infantil contaba de cara a la gran palmera con los ojos cerrados y apretados.
-99 y 100...
Se dio la vuelta, adaptándose a la luz, abrió los ojos, se los tuvo que apretar de nuevo con las manos, la luz del mediodía era tan fuerte,
a pesar de la umbría, a pesar del invierno.
Arriba, en la galería cuadriculada, en el poyete de la blanca ventana, vio a la Tata, que le señaló el pasillo de entrada al patio exterior.
-¡Salva por Bea!,
-¡te he visto!
y rápidamente giró en carrera hacia la gran palmera central. Bea la seguía, pero era imposible adelantarla.
-¡Salid todos!
Al mirar hacia arriba, en el patio de fuera, que conducía al huerto, vi un pájaro enorme volando bajo,
-¡mirad! ¡allí!
Nadie vio nada, a mis 4 años no tenía mucho crédito, pero yo la vi y Mariángeles también, una enorme cigüeña con algo en su pico. Nunca que se sepa se vio una cigüeña en Nerja.
Salimos corriendo calle Pintada abajo hasta la plazoleta. Era un 26 de Diciembre.
-Mi prima Ana había nacido.
Una voz infantil contaba de cara a la gran palmera con los ojos cerrados y apretados.
-99 y 100...
Se dio la vuelta, adaptándose a la luz, abrió los ojos, se los tuvo que apretar de nuevo con las manos, la luz del mediodía era tan fuerte,
a pesar de la umbría, a pesar del invierno.
Arriba, en la galería cuadriculada, en el poyete de la blanca ventana, vio a la Tata, que le señaló el pasillo de entrada al patio exterior.
-¡Salva por Bea!,
-¡te he visto!
y rápidamente giró en carrera hacia la gran palmera central. Bea la seguía, pero era imposible adelantarla.
-¡Salid todos!
Al mirar hacia arriba, en el patio de fuera, que conducía al huerto, vi un pájaro enorme volando bajo,
-¡mirad! ¡allí!
Nadie vio nada, a mis 4 años no tenía mucho crédito, pero yo la vi y Mariángeles también, una enorme cigüeña con algo en su pico. Nunca que se sepa se vio una cigüeña en Nerja.
Salimos corriendo calle Pintada abajo hasta la plazoleta. Era un 26 de Diciembre.
-Mi prima Ana había nacido.
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