La primera nevada del año
fue un regalo del día de los Reyes Magos, el 6 de enero amaneció
blanca media Andalucía, incluso me atrevería a decir que más de
media, pues hasta la playa llegó el granizo.
Una semana o dos de frío
polar, extraño ya entre nosotros, que casi habíamos olvidado la
blanca sensación de frío, el congelador de la Sierra Nevada a tope,
blancas todas las cumbres que por doquier avistaban nuestros ojos.
Luego vino una prematura
inquieta primavera que cual nieve, emblanqueció nuestros almendros
con calidez para ahora, con “febrerillo el loco” a la puerta,
otra racha de frío polar. La Alfaguara en blanco, temperaturas bajo
cero, ese resfriado que desde navidad anda molestando, -¿será
gripe?-
Ya vino el primer domingo
de carnaval en Málaga y se tuvo que suspender el desfile en la calle
Larios por lluvia.
Esta bendita lluvia y
nieve que llega al borde de la sequía, antes justo de empezar las
restricciones.
Ya se puede celebrar en el
Sacromonte San Cecilio, patrón martir de Granada, las candelarias,
oyendo murmurar al río Darro, aquel que baja sus doradas aguas
frescas de la Sierra, del que dicen que tiene enterrados mil tesoros
de otros tiempos, de otras civilizaciones que bendijeron esta ciudad
adornándola con las vestimentas más bellas, trayendo del desierto
este culto al agua, rodeándola de fuentes cantarinas y arrayán.
Mientras, en mi triste
terraza se produce un milagro de vida y supervivencia, en una pobre
maceta abandonada, regándola a ratos en verano más por mitigar el
calor que por otra cosa, resistiendo tres nevadas sin cubrir, un
humilde tomate florece con todo su esplendor y fructifica.
Estamos a mitad del
invierno, los días ya empiezan a alargarse tímidamente, de ahí
viene que celebremos la candelaria con hogueras al anochecer, la
Sierra Nevada y sus aledaños mantienen su manto blanco...
En mi terraza fructificó
un tomate contra todo pronóstico.