El viernes 13 de marzo nos
dieron la noticia: “Todos en casa”. ¡Quédate en casa! Era el
nuevo lema, mantra, repetido hasta la saciedad. Se decreta el Estado
de Alarma y quedamos todos confinados a partir del sábado 14 de
marzo del año de dios 2020.
Se sabía que un
“infra”SER, puesto que un virus no es considerado un ser vivo,
corría a sus anchas por aviones, barcos, autobuses y trenes,
invadiendo calles, plazas, parques, colegios, hospitales.
Llegó el “Corona”, el
que habíamos visto en Wuhan, China, por la tele tapando bocas con
mascarillas, manos con guantes impidiendo besos y abrazos,
imponiéndonos distancia.
Reinó la Angustia, el
miedo, el desconcierto.
Antes todo eran chistes,
bromas, no iba con nosotros, era un “Cuento Chino”.
Sábado 14 de marzo
amanecemos pensando cómo nos vamos a organizar, niños/as sin
colegios, adultos sin trabajo, salvo los esenciales. Empezamos a
temer que no hubiera tantos sanitarios después del brutal recorte
que se gestó en las dos anteriores legislaturas, muchos médicos y
enfermeras emigraron a USA e Inglaterra principalmente,
desaparecieron muchas camas de los hospitales públicos.
Los supermercados
soportaron una oleada de compradores compulsivos, se agotó, cosa
curiosa, en todos los países, el papel higiénico, los geles
alcohólicos para las manos, incluso los geles de ducha. En las
farmacias no había mascarillas, ni desinfectante de manos.
El mundo cambió,
empezamos a añorar...
(Continuará)