No
hace mucho tiempo y lo recordaré como si fuese hoy mismo, llegué a un
colegio de Málaga casi perdido en medio de la sierra. Mi expectación
era máxima, puesto que desde el exterior no se podía vislumbrar que
aquel edificio rodeado de árboles era un colegio. No se escuchaba a
ningún niño. Tenía curiosidad por saber quién sería la primera persona
que viera del centro. Tras varias llamadas en el
timbre, la puerta se abrió sola… la empujé, y entré, un poco nervioso,
pero muy ilusionado por ver qué me encontraría. Al llegar a la puerta de
arriba, y atravesar el jardín y el huerto del colegio, me abrió la
puerta mi compañera María Teresa. En cada mano
tenía un niño de infantil cogido, me presenté, me sonrió dulcemente y
me dijo: “Bienvenido al colegio Las Mellizas, estamos hasta arriba de
trabajo porque nos falta personal, aquí vas a estar muy muy bien.
Entra.” Nunca lo olvidaré… Tere.
Hoy
he dejado el piso malagueño medio vacío, porque sólo me queda una
semanita de cole, pero vengo cargado de momentos inolvidables con
alumnos,
padres y maestros que me han transmitido todo el amor del mundo. Traigo
la mochila llena de cartas, prometo abrir una cada vez que sienta que
todo esto no tiene sentido, aunque la mayor muestra de cariño me la
ofrecen los alumnos que me piden por favor que
vuelva en septiembre...
Gracias
a alumnos, padres y compañeros de trabajo que han hecho que mi estancia
en ese maravilloso lugar sea una de las mejores experiencias
que haya tenido.
Por
los largos paseos por la Sierra malagueña que invitan a la reflexión y
por ese momento en el que me refrescaba en la fuente de las flores,
por mi vecina cotilla que me llevaba en cuenta jeje, por el gimnasio de
enfrente que no me dejaba dormir la siesta durante las clases más
cañeras, por la pereza para estudiar en la biblioteca del pueblo, (y en
cualquier otro lugar jeje), por los almuerzos
de los lunes antes de la exclusiva (sin duda lo mejor de ese día), por
el apoyo a infantil, esas aulas en dónde cada día se aprendía algo nuevo
y donde no dejaba de sorprenderme, por el huerto escolar y mis master
class sobre la producción del tomate, por
los ensayos para el día de la fiesta de fin de curso, por esa carretera
sinuosa de camino al colegio en la que en más de una ocasión me he
sentido piloto de fórmula uno, por los compañeros que han confiado en
mi, por las facilidades que me han dado desde el
principio, por la persona que me ha dado la oportunidad de conocer todo
aquello, Natalia, por los ratitos para vigilar el patio en el que se
aprovechaba para broncearse también, por las excursiones, actividades y
viajes que han hecho sentirme un niño más…
Por esto y muchos motivos más, nunca me olvidaré de estos dos meses que
he vivido en ese lugar tan mágico, con esa gente tan especial y con ese
clima que hace aflorar en nosotros el sentimiento de que formamos parte
de una gran familia. Y… Por Charlie!
Prometo volver a visitaros, aunque hoy todos me hayan elegido como objetivo para la guerra de globos de agua... Hasta siempre!
Isaac Mena Mengual.