viernes, 11 de septiembre de 2015
domingo, 23 de agosto de 2015
Crónicas de mi calle Arropieros: "Angustias la churrera"
Cuando conocí a
Angustias, mejor dicho el primer recuerdo que tengo de ella, es en
este mercado de abastos de mi pueblo Nerja.
Tenía una churrería en
una de las esquinas y en una gran sartén con muchísimo aceite
hirviendo iba formando espirales de masa que emanaban de un largo
embudo metálico con dos brazos, empujado por un émbolo de madera
apoyado en su hombro, una vez frita por un lado le daba la vuelta con
dos largos palos de madera a modo de baquetas de un gigantesco
tambor, era impresionante su figura con esa poderosa arma, para una
niña pequeña.
Yo la admiraba, pero
también la temía. Mi poderosa imaginación, como la llamaban mis
hermanas, la convertía en una luchadora de no sé que ejército de
liberación, una mujer en la Fragua de Vulcano, a la imagen del
artefacto se le sumaba la niebla maloliente que producía el aceite
al calentarse, los vapores y el fuego aquel del hornillo que
amenazaba con prender cualquier cosa, sus grandes ojos azules
parecían vacíos, su vestido negro, su pelo negro recogido en un
sobrio moño. Era muy seria, raramente reía pero era muy amable y
agradecida con la familia, siempre que iba con mi padre a comprarle
nos daba de más y añadía: ¡Llévelos don José que son muchas
niñas las que tiene usted que alimentar!
Perdí su pista mucho
tiempo, fue en mi época adulta cuando la reencontré de vecina, ya
no tenía el puesto de churros y se ganaba la vida con la limpieza
doméstica, enviudó muy joven y con pocos recursos sacó adelante a
sus hijos.
Un día llegó a mi casa
muy preocupada, con ojos llorosos, una carta en la mano.
-Mira niña, me ha llegado
esta carta, es del banco y me da miedo que sean malas noticias. Las
lágrimas asomaban a sus azules ojos sin fondo dejando ver la
tormenta que empañaba su mente.
-¿Qué dice la carta? -Le
pregunté de forma tan inocente que me aún hoy me sigue doliendo.
-No sé leer, nunca estuve
en la escuela, soy una bruta, una ignorante, una analfabeta...
Y ese mar de lágrimas que
desprendía casi me ahoga a mí.
Leí su carta, no era
importante y le hice prometer que intentaría aprender a leer. Le
daba mucha vergüenza que la gente lo supiera, no quería ir a la
escuela de adultos, así que la acepté de alumna y ella a cambio,
sin mi conocimiento, me limpiaba la casa de arriba a abajo.
Aprendió a leer y a
escribir su nombre el de sus hijos y sobretodo el de su nieta.
Fue mi primera alumna en
una época en que yo era azafata, aún no quería ser maestra, me
quedaba mucho por aprender de este ancho mundo antes de enseñar.
Hace dos días me enteré
que nos dejó, en Nerja la despidieron, yo no pude asistir a ese
entierro, pero desde aquí quiero hacerle llegar a su familia y sus
paisanos nerjeños que la conocieron, que era la Heroína que yo vi
en mi infancia, una mujer fuerte, excepcional y trabajadora, que sacó
adelante a sus hijos y nietos “a golpes de la espada en la fragua
de la vida” y seguro que ya puede leer estas cartas que le mandaba
para entrenarse.
¡Descansa en paz
Angustias.!
María Teresa Cobos Urbano derechos reservados.
viernes, 24 de julio de 2015
Roma
Casa de
Gino Coppedè, plaza Mincio, fuente de las ranas, inspirada en las de
las Tortugas de Bernini.
Cuando
tenía nueve años de edad me fui a estudiar a Granada con mis hermanos, allí
una de las cosas que aprendí fue a cantar y bailar “La Reja”, el
estribillo me resuena aún en mis oídos:
“Dale
que dale que dale, toma que toma que toma, que tengo una novia que
vale, más que LAS FUENTES DE ROMA”.
Nunca
entendí porqué en Granada, ciudad con tanta agua cantarina,
bailarina y fresca, envidiaba a las fuentes de Roma desde siempre,
pues el folclore es el habla de un pueblo, comprende sus mitos y sus
leyendas.
Este
verano al conocer la ciudad con casi 40ºC de temperatura, con esta
ola de calor que invade el sur de Europa, me vino a la mente la
respuesta. La ciudad a la que conducen todos los caminos encierra un
tesoro envidiado desde siempre por todas las ciudades del planeta,
las esculturas en mármol de grandes artistas e ingenieros no son más
que un lujoso marco, un barroco canto a su verdadera esencia.
Grandiosas
o humildes, sus fuentes nos ofrecen a nuestro paso el agua fresca de
su suelo, la que emana sin cesar reciclándose, purificándose, el
elixir de la vida.
Toda la
ciudad es un monumento al agua y cada fuente un poema que nos
refresca el cuerpo y el espíritu.
María Teresa Cobos Urbano. Foto de KHacini. Derechos reservados. 24/07/2015.
lunes, 11 de mayo de 2015
Crónicas de mi calle : La jardinera.
Cuando llegué a esta casa, me dio la bienvenida con una gran maceta de olorosa hierbabuena, gracias a eso planté mi pequeño arriate y fui cultivando hierbas aromáticas y en temporada una pequeña huerta.
Ella, como muchas vecinas, tienen familiares con tierras de labor y alguna que otra casa en las afueras para caminar los fines de semana, tener animales o pasar el verano en familia.
Mi patio está muy hondo y no se ve desde la calle, empecé a poner macetas en la ventana y los balcones, flores vistosas para adornar la fachada, a veces con la rutina del trabajo se me olvida regarlas. En una ocasión se chuchurrieron todas las plantas a la vez por lo que me llevé un gran disgusto y al día siguiente una sorpresa al ver las mismas flores revividas. Creí que era un milagro la resurrección de mis flores moradas y amarillas, en cierto modo lo era, pues mi vecina había comprado exactamente las mismas macetas de los mismos colores. La verdad es un milagro tener esta vecina tan buena jardinera y tan generosa...
sábado, 9 de mayo de 2015
El color de otra primavera
El
color de otra primavera
Confieso
que me puede el color de otra primavera
girando
la cabeza, entornando los párpados
veo
el gris del desencanto
seis,
siete...No sé cuántos años ¡Muchos ya!
abrupto
desencuentro, doloroso adiós incomprensible
ni
asomo de la causa, desconfianza extrema,
dolor,
desesperanza, ausencia.
Si
cupiera el olvido, pero no...
La
laguna del tiempo no vivido en compaña,
como
en toda una vida, se rellena de aguas cenagosas,
despiden
el putrefacto olor del : “me dicen que dijo o que dije”...
Y
toman el color verde oscuro, marrón barro, de la desconfianza.
Atrás,
mucho más atrás en el tiempo dorado,
la
hierbabuena y el jazmín, de mi patio de Nerja,
el
dulzón empalagoso de la arropía,
el
calor de una mano que evita tu caída,
una
voz que narra los cuentos conque sueñas,
aquellos
que te guían por los vericuetos de la vida adulta,
sembrando
tu recuerdo de útiles refranes.
Arrayán
y almizcle del bosque de mi Alhambra
laberinto
vegetal en el Generalife, bordeando el Darro,
Paseo
de los Tristes, Fuente del Avellano,
Cinco
y uno nunca estarán solos.
Los
protege la risa de la ninfa de la fuente,
el
embrujo del genio de la luna albaicinera.
Sortearán
las piedras que obstruyen el camino,
juntas,
de la mano, unidas.
Si
cupiera el olvido, pero no...
Confieso
que me puede el color de otra primavera.
María
Teresa Cobos Urbano derechos reservados. 23/04/2015
viernes, 1 de mayo de 2015
Crónicas de mi calle: La lavandera.
Queridos seguidores de este
bloc, haciendo honor a su nombre: “Letras desde Álora y Nerja”
mis dos pequeñas patrias, a petición de uno de mis más fieles
lectores que me pregunta siempre :
¿Porqué vives en Álora?
¿Porqué te gusta tanto?
He decidido contarles
pequeños trozos de la vida de este pueblo, más concretamente de mi
calle, que, aunque pequeña y estrecha, reúne un vecindario
peculiar y maravilloso que hacen que cada día sea único e
irrepetible.
Hoy día uno de mayo hemos
salido temprano en la mañana a dar un paseo, la calle animada más
que nunca, por ser festivo, un tiempo primaveral, quizás el sol sea
más fuerte que ayer, ya sobran las mangas largas y faltan las
gorras.
Más allá de mi calle, en el
callejón, me encuentro a mi vecina viniendo hacia su casa:
-¿Vas a ir a lavar
hoy?, le pregunto,
-¡No, hoy no! Me contesta. -¡Pues me avisas cuando vayas!
Quiero ir con ella un día
para verlo con mis propios ojos, porque ya es la única vecina del
pueblo que va a lavar la ropa al antiguo lavadero municipal. Lo
aprendió de su madre, esta de sus abuelas; tiene una lavadora en
casa nuevecita sin estrenar pero está convencida que la
ropa queda mucho más limpia con el agua fresca que baja del monte
Hacho; las tablas de piedra para frotarla bien, las cuerdas que usan
para solearla, emblanquecerla; el jabón natural neutro en pastilla,
fabricado con el aceite refrito y sosa... Pero, sobretodo esto, el
bonito paseo que hay desde nuestra calle hasta ese lugar en las
faldas del monte Hacho, en su carrito de la compra lleva su ropa
sucia, mientras camina hacia allá y la lava , estoy segura que no va
sola, le acompañan los recuerdos de las mujeres de su familia y las
de otras amigas de esta, creo que le van contando historias de su ya
olvidada infancia y le van dando un cariño con lo que ese aparato
eléctrico centrifugador y eficiente que tiene en casa no puede
competir.
El próximo día que vaya he
quedado en acompañarla, no para lavar, pues no sé hacerlo, pero si
para escuchar todas esas historias que guardan esas fuentes, ya
sabemos que el agua es una charlatana, ya os contaré...
María Teresa Cobos Urbano. Derechos Resevados. 01/05/2015.
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