Antonio
Quero
Definirse
es tan complejo como simple. Qué decir de uno mismo para que en
breves palabras se refleje el alma: agradezco a la vida cuanto soy y
cuanto tengo. El amor, es el arma con que siempre voy cargado, la paz
me brota siempre como la sonrisa. Espero dejar algo de huella cuando
me haya ido.
AHORA
QUE HAS VENCIDO
A
María Campos
Málaga,
5 de octubre 2003
Ahora que has
vencido,
que la noche
ya no es duelo,
que sólo
quedan cicatrices como surcos
sobre la
tierra del sacrificio.
Ahora que tu
Espíritu se alza
por encima de
fantasmas e ingratitudes.
Ahora que
eres libre del sopor
y esa horda
de estruendos en tu mente.
Ahora, María,
nuevamente te escribo.
Sé que no ha
sido fácil.
Ni siquiera
el verano de incertidumbre,
ni siquiera
la dilatada respuesta,
ni siquiera
el instante mismo de cerrar los ojos
cuando el
negro oscuro borra los nombres.
Nada ha sido
fácil. Pero ha sido.
Ni todo el
desierto avanzando como olas,
ni el
profundo abismo en el vértice de la mañana,
frenaron el
deseo de vida que llevas dentro,
la voluntad
manifiesta de que siempre haces gala.
Este punto de
luz que vislumbras ahora,
este brote
renacido de paz y concordia,
es fruto
cosechado de tu ser noble,
es caricia
divina que tu sed calma.
No importa si
aún quedan algunas horas,
incluso si
días algunos todavía aguardan,
en que un
resto de dolor te aparece en la mirada
o una
lágrima efímera de repente se te escapa.
Lo peor ha
pasado,
el horizonte
ya no es una línea difusa,
donde los
nervios o la angustia se columpian,
donde el
miedo se dibuja con rostro desencajado.
Tu corazón
es grande, María, y manifiesta,
el aromado
jardín de las delicias,
para que
corretees feliz como cuando eras niña.
Disfruta de
este bello privilegio
que es tan
sólo alegre primicia,
de cuanto el
cielo te tiene reservado.
EL
TIEMPO DE SER
Apenas
se rasguña un poco la historia
y
ya el dolor fluye como un río avariento;
las
lágrimas caen como lluvia insaciable
y
tu alma se estremece ante tanta avaricia.
No
cesa de soplar ese viento
donde
nos pensamos alguien,
donde
nos crecemos por encima
de
cualquier otro ser humano.
Es
verdad que somos grandes,
pero
no dejando por debajo a nadie.
Cuando
realmente crecemos,
cuando
realmente nos hacemos inmensos
es
cuando disponemos capacidad y fuerza
al
servicio de causas nobles y honestas.
Solo
entonces trascendemos el mundo,
asumimos
la totalidad de la vida
y
somos consecuentes con la vibración más alta
de
nuestra madre tierra y nuestro padre sol.
Mientras
tanto, caemos hasta el fondo,
lo
hermoso se marchita sin esperanza
y
la luz se dilata tanto, que la sombra parece infinita
y
nos envuelve hasta ahogarnos.
No
somos nada o casi, creedme,
a
menos que nuestro esfuerzo, nuestro gesto y modo
sea
para sostener a quienes ya no pueden y caen,
y
ya no ven horizonte y han perdido el camino.
Ser
todo o ser nada, ser siquiera,
depende
del modo en que abrimos nuestro corazón
y
abrazamos con amor el mundo.
Cuando
unimos la bondad al deseo, somos justos.
Y
solo entonces brillamos espléndidamente.
Ya
es hora de que brote
la
renovada primavera de los bellos sueños
y
se pronuncien como eco esas dulces voces
que
están anunciando siempre la mañana de otro tiempo,
compartiendo
la belleza inenarrable
de
reconocernos únicos y totalmente iguales.
Antonio Quero